sábado, 5 de mayo de 2012

MI abuela y la mojigata


Promediando el verano, recibí la noticia, desde Montevideo, que una vez más la querida y admirada murga "La Mojigata" quedaba afuera del concurso de carnaval.
Acá van las palabras que surgieron a modo de abrazo rioplatense:


Mi abuela cocinaba, de vez en vez, una pastafrola, que como todos saben, debe ser de dulce de membrillo, que era la delicia de todos sus nietos y de los amigos de sus nietos y, por qué no, luego, de sus bisnietos y de los amigos de estos.
Digo cocinaba, porque ahora casi no la hace, aunque si alguien se la pide, allá va ella y encarga lo que le falte y con un poco de esfuerzo, se manda una de esas pastafloras que no podés parar de comer.
Cuando alguien le preguntaba por los ingredientes, por la receta, ella siempre contestaba vagamente, y aún hoy lo hace: sucedía que su pastafrola siempre sabía diferente y siempre era exquisita. Había, ciertos detalles librados al azar y precisamente eran esos detalles los que hacían que se abstuviera de dar una receta, no por celos “profesionales”, no: es que a último momento le agregaba algo que su gusto le pedía: “a esta le puse un poco de canela” o “como tenía limones le agregue un poquito de ralladura”, y así cada vez.
Su torta era siempre la misma y siempre era diferente: la abuela no se cansaba de sorprender a nuestro paladar. Y la razón de esas variaciones eran muy simple, era algo que ella hacia con amor para sus nietos.
Es decir, ella conocía la técnica, sabía de los rubros de la pastafrola: que tiene que ir en qué momento y con qué, pero también esta era su manera de hacernos saber algo de ella, algo de la vida o simplemente decirnos que nos amaba, que éramos especiales.
Porque amigos, ella, (y muchas abuelas), cocinaba con amor, con el deseo de que al otro le guste lo que ella hacía, de que los otros, sus nietos y sus amigos disfruten de una tarde de mate y charla. Pienso que quizás era la forma mas sencilla que ella tenía para brindarnos su mirada, o me corrijo, su mejor mirada, sobre el mundo.
Conocí a “La Mojigata” en el verano del 2001, creo, había visitado con otros amigos la ciudad de Montevideo y fue en un tablado del que no recuerdo el nombre, que vi parte de su presentación: el cuplé era el de “los inadaptados de siempre”.
Desde ese día y hasta hoy, siempre que puedo trato de ver esta murga, porque me parece divertida, profunda, porque siempre me quedan dando vueltas en la cabeza alguna cosa que dijeron o cantaron, porque me emocionan y porque creo que hace pensar a quien la escucha atentamente.
Sabemos que la crítica mas habitual que les hacen es que “el coro no suena bien” o que a veces “desafinan” y esto es cierto, pero también es cierto que lo que deja en cada tablado La Mojigata es mucho más que un coro que “a veces desafina”. Si salir en una murga fuera solo eso, creo que todo sería más fácil y mucho más pobre.
Cuando en el 2010 hicieron el cuplé de los menores me recuerdo a mi, riendo y disfrutando de cada instante hasta que Facundo toma ese megáfono y dice “estos son un piedra en el zapato del trabajador…”, y luego: “vinieron en una nave espacial…” etc, etc, y toda la risa se me ahogó en la garganta y creo que en la de varios más.
Ahí estaba la murga diciendo algo que pocos dicen pero lo más importante: de un modo que nadie dice.
Es que esta, quizás, sea una de las funciones del arte: mostrarnos el mundo de un modo distinto, y que a través de los extraños y profundos caminos de la belleza nos preguntemos aunque sea una vez, por nuestra propia existencia.
Hoy me enteré que una vez más La Mojigata quedó afuera del concurso de carnaval, confieso que al principio me dio un poco de enojo: es injusto, me dije.
Pero luego, empecé a pensar que no, que no es injusto, que al contrario es bastante justo o cuando menos lógico.
Y me acordé de la torta de mi abuela, esa torta que era siempre la misma pero siempre distinta porque estaba hecha con algo que supera por mucho a la técnica, que estaba hecha, no pensando solo en los ingredientes sino en algo que los trasciende, más allá de los rubros, su fin era comunicarnos su amor.
Creo que esta maldita murga o esta murga maldita, como quieran ustedes llamarla, esta murga que siempre queda afuera, o la dejan afuera, es grande por eso: siempre es la misma y siempre es distinta.
Porque es una murga de artistas, y los artistas, cuando lo son de verdad, muchas veces no entran en los rubros que alguien impone, o quiere imponer; porque la sorpresa y la emoción no son rubros y esta bien que no lo sean y entonces; La Mojigata, nuestra querida Mojigata, la que siempre nos va a sorprender, la que siempre nos va a emocionar, y siempre, aún con el coro “desafinado” nos va a calar en el alma, está bien que quede “afuera” porque es la manera que encontraron, muchachos y muchachas, de quedar dentro de la gente que va a verlos a cada tablado.
Y entonces no es injusto que en un carnaval signado por los rubros y si me permiten, por el mercado, por las publicidades y los sponsors, ustedes queden afuera.
Sé de su compromiso con sus ideas, de su no transar con aquellas cosas que les facilitaría la tarea pero empobrecerían la obra, y esto tiene un nombre y varios costos.
Entonces, amigos, digámoslo sin vergüenza: está bien que no haya ni el en carnaval, ni en ningún otro lado, un rubro para el arte y para el amor.



Buenos Aires
15 de Marzo 2012


"La mojigata" en un ensayo; febrero 2012.
Foto: Leonel Martinez



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