jueves, 23 de febrero de 2017

Mi abuela y la mojigata (2da parte) o el final de una historia.

El viernes 17 de febrero viajé a Montevideo por dos días, no sabía que una vez más parte de mi historia se volvería a escribir con los versos y el sonido de una murga.
Para ellos, que sin saberlo han tejido también esta historia, mi agradecimiento.


I


“la abuela ya está en el geriátrico”…

El mensaje era de mi madre. Luego de mucho tiempo había tomado la decisión de internar  a mi abuela.


Desde hacía casi 10 años los achaques de su salud eran cada vez más frecuentes: osteoporosis, infecciones reiteradas y de todo tipo, pulmonías con picos de fiebre que la llevaban al delirio, perdidas de equilibrio y caídas, hasta llegar al último diagnóstico de demencia senil.

Al cuadro se le sumaba su tremendo carácter: Sutilmente autoritaria y con una habilidad extraordinaria para la manipulación, era una misión suicida intentar llevarla a un hospital o sanatorio para hacerle un control médico; había que soportar el maltrato que le proporcionaba a cualquier médico, medica, enfermero o enfermera que osara acercársele.
Y aunque mi madre había optado, finalmente, por pagar las visitas de los médicos particulares que la revisaban en su casa, esto no hizo que disminuyeran sus desplantes; eso sí, ya no había que viajar hasta hospital o sanatorio y soportar largas esperas para presenciar estas escenas.

“bastante traumático… pero ya está”

Leí el mensaje con cierto alivio, sabía que era lo mejor: los especialistas había recomendado atención permanente y mi madre ya estaba al borde de un colapso nervioso.
Yo estaba en Montevideo. Había viajado con mi esposa, mi hijo de 7 meses,y una pareja de amigos entrañables y su hija de 8 años.


Habíamos ido entre otras cosas para ver tablados, habíamos cruzado el río solo por dos días, desafiando el pronóstico del tiempo que anunciaba tormentas eléctricas para vivir el carnaval montevideano.

Sin embargo yo tenía otro propósito, más íntimo y personal: había lo había cruzado para ver el regreso de La Mojigata.

Hacía mucho que mi relación con mi abuela no era la mejor: Ella me quería, yo no podía quererla.
Con una vida dura a cuestas, trataba al mundo con la misma dureza con la que ella había sido tratada, una dureza que yo le adivinaba en cada gesto, aunque estos gestos guardaran la piel y la forma de la dulzura. El modo de intentar manipular a todos los que la rodeaban - sobre todo a mi madre-  la manera de estar peleada con la vida, de vivirla desde el noticiero de canal 13, de hacerme sentir que el mundo era un lugar del que más valía resguardarse que intentar descubrirlo, su odio visceral y recalcitrante por cualquier forma de peronismo, entre muchas otras cosas, me alejaban inevitablemente de ella.
Solamente cuando cocinaba, en especial su pastaflora, y esto hacía ya muchos años que no sucedía,  podía yo advertir algo distinto. Cocinaba con amor y disfrutaba del acto de cocinar.
De pronto ya no había manipulación, no había manejos, ni egoísmo: le gustaba que saborearas su comida, y su comida era su ofrenda, para eso cocinaba; para hacerte un regalo y a eso se resumía su acto de amor.

“bueno, una gran decisión mamá, difícil, pero muy importante”

Estaba lejos, mis hermanos estaban con ella, pero yo quería que también supiera que de algún modo la acompañaba.
El viernes por la noche, luego de regresar del tablado del velódromo municipal,  me acordé mucho de mi abuela, pensé en su pastaflora, y me di cuenta entonces que gracias a una murga  había encontrado el recuerdo con el que me quedaría cuando ella finalmente partiera.

“Si el sábado vienen tus amigos, puedo hacerles la pastafrola que tanto les gusta… ¿Qué te parece?”

La respuesta era siempre la misma, “Claro abuela” o con la eventual repregunta  “¿Le ponés limón a la masa no?”
¡La mojigata y la pastaflora de mi abuela! Por eso alguna vez me surgió compararlos. La metáfora me servía: Una murga también tiene que tener sus condimentos, proporción, forma, contenido, el respeto por una receta que sin embargo para que funcione, siempre debe ser distinta.
El sábado, luego de caminar todo el día por la Ciudad Vieja, sabía que tenía una cita de honor; esa noche, aunque cayeran rayos y centellas,  veríamos a La mojigata.

II

“la abuela falleció de un paro cardíaco hace un rato, estoy yendo al geriátrico, mamá está ahí”

Horas antes de ir al tablado me encontré con una llamada perdida desde Buenos Aires y luego el mensaje de uno de mis hermanos. Todo se había precipitado, al entrar a su “nuevo hogar” había decidido que allí no se quedaría por mucho tiempo y no lo hizo: apenas una noche y partió.
Un cuadro de neumonía que ningún médico hasta horas antes había diagnosticado se desencadenó hasta que sus pulmones simplemente dejaron de funcionar.
Luego de hablar con mis hermanos y de intentar en vano hablar con mi madre, y luego de que el primer impacto se disipara, cenamos, y tras comprender que no había nada más que hacer al respecto, decidimos acudir a la cita pactada.
Ya no se trataba solo de mí: De pronto comprendí que no había mejor forma de despedir a mi abuela que yendo a un tablado.

“las preguntas más hermosas, / nacen dentro de uno mismo / cual si fueran espejismos, / no se pueden contestar”

Y ahí estaban otra vez estos artistas arriba de un escenario, artistas de la ilusión popular, siguiendo una receta que siempre parece la misma y que sin embargo siempre es distinta, cocinando una presentación que no da tregua ni respiro.
Porque en este regreso hay una mojigata recargada: es despiadada, porque lo es para con ella misma, es graciosa porque se burla y se ríe de sus propias miserias y contradicciones. La Mojigata es un espejo en el que la sociedad no siempre quiere verse reflejado, sobre todo porque la sociedad es también el espejo en el que la murga elije mirarse.
Es cierto, a veces se les nota el cansancio en las gargantas y parece que por momento apenas desafinan, pero doy fe, se los juro: la pastaflora de mi abuela a veces tenía los bordes tostados, y a mi eran los que más me gustaban.

“Hay respuestas escondidas / cuesta la vida tenerlas / y llegar a comprenderlas/ es una pregunta más “

Creo que por eso lloré como un niño mientras cantaban su despedida: una despedida profunda, alegre y brillante. Y creo que es por eso que seguí llorando mientras los veía bajar, siempre cantando, del escenario, para mezclarse entre la gente.
Curiosas paradojas de la vida: despedir a mi abuela en un tablado, a 800 kilómetros de distancia y con las eternas aguas del río-mar de por medio.

“Yo sé que hay preguntas sin respuestas / que me buscan y me encuentran, / que solo el amor contesta, / que el amor me hace buscar”

Confieso que me siento muy afortunado, en muchas ocasiones de mi vida, cuando ya daba las cosas por perdidas, o cuando sentía que nada podía a cambiar, algo o alguien venía a revelarme que no es así, que siempre hay algo más por preguntar.
Y ahí estaba La Mojigata cantándomelo en la cara.

“Yo sé; la pregunta, la respuesta,   /que hay cuestiones que molestan / y me hacen doblar la apuesta/  preguntar me ayuda a andar”

Soy muy afortunado, insisto. Y para dar cuenta de ello, este febrero, La mojigata, (este grupo de bellas personas de los cuales con dos o tres he compartido músicas y charlas, de algunos conozco solo sus nombres, con otros apenas crucé palabra y con el resto ni siquiera eso)  estuvo ahí para recordarme que la vida está hecha de preguntas, que la memoria es también lo que uno quiere o elige recordar. Que no es tarea menor preguntarse qué imágenes, qué sabores, que sensaciones nos van a acompañar por el resto de nuestras vidas, como pequeños tesoros que nos hacen ser quienes somos.


Qué suerte la mía: La mojigata estuvo ahí, una vez más, para contarme que también hay muchas formas distintas de preguntarnos por los misterios de la vida, de ofrendar nuestro cariño y de conjugar el amor.



Buenos Aires, 23 de febrero de 2017






martes, 7 de febrero de 2017

Por la noche iluminada, Gira España 2017


Madrid 
                    - 1 de abril -
Liber Arte Cantina Cultural, C/Ave María 32

Barcelona 
                    - 5 de abril -
Ateneu del Món, Saint Quirze del Vallés, provincia de Barcelona

                           6 de abril -
Centro Salvador Allende de Barcelona (Casal Can Travi de la Vall d´Hebrón)
Av. Cardenal Vidal i Barraquer  45. 19:30 horas

                           7 de abril -
Ciclo HAMACAS
Sala Sandaru, Buenaventura muñoz 21
Junto a Sabina Witt

Madrid
                          12 de abril -
La Fídula, Calle Huertas, 57

Junto a julio Hernandez





Por la noche iluminda (single) en Spotufy...

Con mucha alegría les presentamos la canción "Por la noche iluminada", postulada a los premios Carlos Gardel y primer corte del próximo disco.
Ya la pueden escuchar acá, en Spotufy!
https://open.spotify.com/album/07RJF8VeoNp5NJDWVJ8Cg9

Para descargar y escuchar "De las nubes y del cielo" (2013)


El disco "De las nubes y del cielo" (2013) se puede escuchar y/o descargar con los siguientes vínculos:


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